16 jul 2007

Argentina se apagó en la última función

El vacío de la derrota se hizo más grande porque la Argentina nunca encontró su juego, ese que lo había convertido en el equipo más admirado de la Copa América. La condición de favorito que había construido el seleccionado a fuerza de goleadas se hizo añicos por el peso de una derrota igual de contundente que las que les venía infligiendo a sus rivales. Brasil, un conjunto que venía a los tumbos, cuestionado, sin crear grandes expectativas, sacó a relucir su raza de campeón, ese intangible que la Argentina creía haber atrapado en tierras venezolanas, pero que se mantiene como un karma que ya supera los 14 años. Sin su fútbol conocido, con el circuito de juego interrumpido por un Brasil luchador y aguerrido, la Argentina fue languideciendo. Así como a varios de sus triunfos les habían sobrado minutos para plasmarlos, esta derrota estaba sentenciada 25 minutos antes del final.
La caída tiene otra lectura dura para la Argentina: Brasil se dio el gusto de golear con un Robinho que fue un fantasma. No necesitó de su goleador, de su estrella, para ir desarmando al equipo de Basile a fuerza de un impecable trabajo colectivo, de una lección de consistencia defensiva y de oportunismo defensivo.
En una final, más importante que jugar bien es no cometer errores. Más aún cuando el desarrollo es lento, pausado, de bastante estudio. La Argentina, sin ser inferior a Brasil, tuvo en el primer tiempo dos equivocaciones que pagó muy caro. Brasil podrá no haber traído a sus estrellas, tendrá un plantel con nombres que no sugieren mucho, pero casi nunca deja de ser peligroso. Lo comprobó el seleccionado en el comienzo: a los 4 minutos, Elano, un volante muy productivo, cruzó un pelotazo para Julio Baptista; Ayala le dio un margen de maniobra y la Bestia le dio sustento a su apelativo: sacó un derechazo brutal a un ángulo.
El seleccionado no se encontraba en una situación desconocida; ya ante los Estados Unidos y Colombia debió revertir desventajas. Claro que ahora las circunstancias eran diferentes. Brasil había golpeado primero y tenía el escenario ideal para imponer su juego más industrial, el que le inculca Dunga, con mucha presión en el medio, aplicación para recuperar la pelota y sus líneas muy juntas, sin darles espacios a los tocadores argentinos. El duro Mineiro se pegaba a Riquelme, Josué no descuidaba a Verón y los imponentes zagueros centrales, Alex y Juan, apretaban a Messi y a Tevez.
Más allá de la desventaja, la Argentina no se desesperó. Tampoco lo aconsejaba el calor agobiante. Pudo empatar con un zurdazo de Riquelme, tras un desborde de Messi y la asistencia de cabeza de Verón. Brasil esperaba y sorprendía con réplicas que encontraban mal parada a la Argentina.
Muchos pases forzados, las imprecisiones y la dificultad para crear espacios limitaron los ataques argentinos. Aun así, Doni le sacó la igualdad a Riquelme en un remate de media distancia. Las gambetas de Messi aún podían descubrir algún resquicio en la granítica defensa brasileña, cuya solidez (no perdió una sola pelota en el juego aéreo) contrastaba con los desacoples y vacilaciones argentinas. Así se produjo el gol en contra de Ayala, con un despeje con el que intentaba desviar un centro de Daniel Alves, la turbina por la derecha que había ingresado para reemplazar al lesionado Elano. El capitán argentino, el hombre récord en presencias, volvía a quedar expuesto en un error que esparció un desaliento generalizado. El añejo derrotismo, el que parecía exorcizado en esta Copa América, volvía a hacerse carne en el seleccionado.
Brasil estaba haciendo un negocio brillante y sacaba su vena especuladora con la reiteración de faltas y las demoras para reanudar el juego. Se imponía el ingreso de Aimar por el ausente Cambiasso. El ex River agitó un poco los avances, pero Brasil le dio el último mazazo al seleccionado con una réplica letal, conducida por Vágner Love y definida con un tiro bajo por Daniel Alves, un lateral que ocupa toda la banda, bien al estilo brasileño, y suele ser una de las figuras en su club, Sevilla.
Desde entonces, la final se le hizo un suplicio a la Argentina, que como nunca antes veía la cara de la derrota. Brasil jugaba con la Argentina como lo hace el gato con el ratón: lo anulaba en su campo y sacaba contraataques que metían miedo. La Argentina se había apagado justo en la última función, lo cual no borra ni desvaloriza los muy buenos pasajes de su campaña. El temple de campeón de Brasil la sumió en una fuerte desilusión.
6 son los goles que recibió la selección en el ciclo de Basile ante Brasil; antes, 0-3 en Londres, en septiembre de 2006.
Por Claudio Mauri Enviado especial de La Nación

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Emiii :P
quise firmar en tus flogs pero sos taaaan popular y cholulo q no tengo lugar =C
Te estoy esperando ^^
y no se q hacer, asi q paso y te firmo, chusmeo un poco jajaja
Besoss!!!

MariaM

Anónimo dijo...

ARGENTINA FUE PARA ATRAZ!! SI NADIE LOS CORRÍA A ESOS MUCHACHOS DE AMARILLO!!

GRACIAS POR PASAR, UN SALUDO