29 nov 2007

(TEA) Trabajo final de Laura

 

 

Nota central:

(Titulo)

Don Carlos, el hombre de la calesita

(Nota)

Toda calesita debe tener su historia, pero ninguna como la de Don Carlos. Vecino de Merlo, ciudad en la que se conocen todos, de veredas anchas, muchos árboles y pocas avenidas, él, con sus 79 años, vivió todo. No es raro que al verlo, enarcando las cejas y haciendo memoria diga: “A vos te conozco”. Con solo mirar a las personas, con una memoria envidiable, increíblemente recuerda si alguna vez diste alguna vuelta por su calesita.

“Mi calesita es todo”, declara junto a su mujer Norma, con quien lleva 55 años de casado. Tres generaciones dieron vuelta en sus caballos, manejaron sus autitos y experimentaron la felicidad absoluta siendo los afortunados ganadores de una nueva vuelta al “sacarle” la sortija. “Al que le veo cara de bueno, se la dejo agarrar”, confiesa Carlos conservando aún hoy ese perfecto movimiento en la muñeca que hace imposible arrancarle la sortija a quien él no lo quiera.

“Hay papás que vienen, me presentan a sus hijos y me cuentan que cuando eran chicos eran ellos los que daban vuelta en mi calesita”, comenta Carlos con una sonrisa mientras prende el motor que llevará a esos nenes, simplemente dando vueltas sobre un eje, al mundo mágico e inocente que todo vecino de Merlo conoció gracias a él.

Su calesita, ubicada en la plaza 25 de Mayo, frente a la iglesia Nuestra Señora de la Merced, es un clásico de Merlo. Quien recorra la avenida del mismo nombre que la plaza, desde Rivadavia, además de ver en su boulevard lleno de arboles a corredores, parejas enamoradas y gente paseando a su perro, si o si desembocará en la plaza, si o si desembocará en la calesita de Don Carlos. Quizás la ubicación lo hizo conocido, la plaza se encuentra en la zona más linda de la ciudad, a 10 cuadras de la estación y donde en un principio se tenía pensado que sea el centro comercial de Merlo.

Hoy Carlos va a su calesita solo los fines de semana, donde él mismo atiende, mueve la sortija como en sus mejores épocas y disfruta de la sonrisa de los nenes y nenas que en este abuelo, encuentran toda la ternura que ningún parque de diversión les da. Durante la semana, su nieto Lucas de 22 años heredó, además de los clientes de su abuelo, la magia de ese lugar.

“Lo hace muy bien, pero aún no como su abuelo”, dice Carlos a modo de chiste dejando ver las facciones de una sonrisa, ya llena de años, que no se niega a ocultar. Es que la sonrisa delata a Lucas, la sonrisa los une. “Es obvio que es mi abuelo, mucha gente se da cuenta cuando me ve en su lugar”, declara orgulloso el chico que en sus hombros tiene nada menos que la responsabilidad de mantener la calesita de Don Carlos. Mantener esa leyenda no es nada fácil, pero Lucas sigue los pasos de su abuelo y ya aprendió lo más importante: dejar agarrar la sortija, como diría Don Carlos, “al que más cara de bueno tenga”.

Recuadro:

(Titulo)

Con cada vuelta una sonrisa y no solo de los más chicos

(Nota)

“Traigo a mis hijos más por mí que por ellos. Verlo al viejo, con la edad que tiene, moviendo la sortija es emocionante”. Mariano Díaz, papá de Rodrigo y Lucas, como muchos nacidos en la década del 70, ve en “el viejo Carlos”, como lo llama él mismo, a ese abuelo que aun hoy tiene como nietos a todos los chicos del barrio.

Lejos de toda tecnología y toda moda, Don Carlos aun acompaña los giros de su calesita con un viejo tocadiscos Winco. “Es como una burbuja en el tiempo”, declara Mariano, con una sonrisa y un brillo especial en sus ojos, que no puede disimular al ver reír a sus hijos. Es cierto, basta con oir los ritmos que acompañan los giros para darse cuenta que la calesita, todavía con canciones de Xuxa y de Flavia Palmiero, jamás dejó de ser la misma.

Hoy, la generación de Mariano disfruta el doble a la hora de llevar a sus hijos a dar una vuelta en la calesita. No solo por la sonrisa inocente de los nenes, sino por el lujo de admirar a Don Carlos, ese hombre alto, flaco y de piel trigueña, que parece no perder jamás el don de hacer feliz a los chicos.

 

 

Nota: Emiliano Pérez

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